El Rey de Rayen

El rey de Rayen tenía una curiosa manía: cada noche, antes de dormir, tenía que probar varios sombreros. Grandes, pequeños, de ala ancha o estrecha, de copa, o incluso gorras. El monarca no se iba a dormir hasta haber encontrado un sombrero de su gusto.
Le gustaba probar esos sombreros con una elegante pluma y le gustaba comprobar si con ella podía hacer cosquillas a sus ayudantes; le gustaba probar elegantes sombreros de copa, cuanto más altos, mejor. Le gustaba probar sombreros enormes, con adornos que podrían decorar toda una fiesta ducal, y le encantaba encontrar sombreros de mago para después buscar y perseguir a los sorprendidos conejos.
Hay quien diría que el rey de Rayen era un excéntrico, o un loco. Hay quien pudiera haber pensado que tenía demasiado tiempo y dinero. A los habitantes de Rayen, sin embargo, les parecía algo de lo más normal. Y es que entre los habitantes del pequeño planeta quien más y quien menos tenía 10 cabezas. El estatus e importancia de cada cual venía dado el número de cabezas que tenía y por el tamaño de las mismas…
Sin lugar a dudas, el monarca no era el personaje más envidiado por sus policéfalos congéneres.