En 1945 John de Lancie, un joven soldado americano, conoció en Alemania al gran Richard Strauss (no, no es el de los valses)
Bueno, en realidad no era un soldado cualquiera, era un excelente oboísta, ¡y encima con enchufe! Había tocado bajo la batuta de Reiner, afamado director de la orquesta de Pittsburgh, especialista en la música de Strauss y viejo amigo del gran compositor. Con una carta de presentación así es normal que De Lancie se hiciera casi uno más de la casa por unos días, haciendo amistad con toda la familia.
El caso es que en una de estas profundas conversaciones que los grandes compositores tienen con sus admiradores, De Lancie comentó a Strauss lo bien que cuidaba las melodías del oboe en sus piezas, y le preguntó que si alguna vez se había planteado escribir un concierto para Leer más…